viernes, 30 de mayo de 2008

Próxima fecha 04/05, 20 Hs CCRecoleta


Canciones de otoño

Lo que trae la tarde

Cae la tarde desnudando su tristeza ante mí.
A través de las sombras llega el eco de lo que va a venir.

Si mañana todo es gris y se hizo tarde,
estará aún tu resplandor para aliviarme.


Turbia tarde del otoño gris

No te asomes a la puerta,
no me espies en la noche,
turbia tarde del otoño gris.

No te acerques, con tu calma
alta impía lluvia del desierto
lluvia de verano, invierno peruano al fin.

Hace tiempo que estoy turbada
no quiero soltarme de tu mano
turbia tarde del otoño gris.

(... )
no busques palabras
(....)
no estás obligada a hablar
turbia tarde del otoño gris.

lunes, 19 de mayo de 2008

Bajo el sol

Bajo el sol, bajo el sol
Vos
Saliste a caminar
por las calles de la Paz

Bajo el sol, bajo el sol

Saliste del hotel
a tomarte un nescafé

En el alto están los pobres
Quien se anima a subir
dejando libre el paso ascensor

para ver

cómo se vive al revés.
cómo se vive al revés.


Bajo el sol, bajo el sol.
Vos,
Pensaste en no volver
a tu casa otra vez.

Frente a frente con la historia
Que quisiste escribir
Arriba siempre pero bajo el sol.

La Paz

Sola en La Paz me propuse terminar con algo, algo de eso todo que siempre siento que tengo que terminar. Porque me la paso acumulando melodías, frases y rasgueos como nuestra amiga Sabrina acumulaba telas: para hacer algo con eso. El problema es que tampoco era cuestión de andar machacando sobre la misma idea todo el día. Así que después de dos horas, dos horas y media, y un sándwich de palta completo, salía a caminar.
Elegía siempre distintos caminos y, generalmente, hacía parada en un parque o en una plaza para descansar y fumarme un cigarrillo.
En febrero, en La Paz, el clima en es bastante diferente al de Buenos Aires. Llueve y sale el sol tres veces al día, como si fuera verano, pero la temperatura es invernal. Hace frío y el sol se siente débil en la cara, aun estando 3800 metros más cerca.
A la hora del té podía elegir entre comprarme algo dulce –siempre un turroncito de cereales y miel- e ir a la videoteca, o meterme en un local de café a leer o simplemente hacer tiempo hasta la noche.

Para tomar café me gustaba el local de las señoras. Yo les decía “el de las señoras” porque lo atendían dos hermanas y sus hijas adolescentes. Además, las clientas eran siempre un grupo de mujeres de más de cincuenta que tomaban té y comían tortas mientras esperaban que sus hijos salieran de la escuela que quedaba enfrente.
A medida que los chicos iban apareciendo, entre las seis y las seis y media, llegaba la hora de despedirse de sus compañeras de mesa y de pedir, junto a la cuenta, media docena de Queque para llevar.
El local tenía sólo dos mesas: una grande y redonda, alrededor de la cual se sentaban las señoras, y una cuadradita, pegada a la pared, que era mi refugio.

También la videoteca era mi refugio cuando hacía mucho frío, un poco más cerca del hotel donde me estaba quedando. Ahí me fui poniendo al día con la escasísima producción de cine nacional. La mayoría de las producciones actuales eran documentales sobre los carnavales, los más recientes sobre la coca. No quería ver documentales, ya había visto miles en el II Festival de Cine under de Buenos Aires. Yo andaba buscando Los Andes no creen en Dios (2007), filamda en el salar de Uyuni, pero en la videoteca todavía no la tenían, así que me decidí por Chuquiago, también de Antonio Eguino pero con guión de Oscar Soria. Chuquiago narra cuatro historias que se cruzan en la idea de traición y decepción de clase. Un drama setentista que no descuida en su análisis el componente indígena-andino.
Chuquiago, es un río y también el nombre que lleva un barrio pobre del Alto de la paz. Ahí empiezala´película, en el Alto de los pobres e indígenas, al que luego se le contrapone, Sopocachi, el Bajo residencial de los ricos, blancos, profesionales e ilustrados. El cruce entre las historias se produce en centro criollo de la clase media, en el enfrentamiento entre jefes y empleados.
A esa altura del viaje ya conocía bastante bien las tres zonas. El Alto se parecía bastante a la salada, cerca de Puente de la Noria; y Sopocachi a Palermo Hollywood: lleno de bares chick y chicos bien, publicistas pastilleros, fanáticos del sushi. Era un barrio que nada decía de Bolivia más que por los carteles publicitarios de cerveza Paceña y los locales de Ceviche en los que almorzaba cuando vivía con Steve, frente al Canal II. Todos los gringos vivían ahí o en San Miguel, un barrio relativamente nuevo, onda new rich, donde se asentaba la creme de la creme andina.
Antes de mudarme con Steve, yo vivía en el centro, cerca de la terminal, del casco antiguo y de los mercados, a mitad de camino entre el Alto y Sopocachi. No existía el desayuno continental ni la cocina internacional, se desayunaba té de coca con salteñas de pollo, Pique Macho o platos muy mutantes como para entrarle a las nueve de la mañana. Yo me armaba mi propio combo, licuado de papaya o yogur de coco, pan y queso.

Cuando salí de ver Chuquiago ya se había hecho de noche. Tenía hambre. Pregunté la hora a una señora que vendía garrapiñadas y me dijo que no, que no hablaba inglés. Yo le dije que yo tampoco, que le estaba hablando en castellano. Pero no me creyó.
Devuelta en el hotel, me dí cuenta de que recién eran las siete y media de la tarde. A las nueve me tenía que encontrar con el trio de tango y Caro para ir a cenar. Empezaba a olvidar mi vida en Buenos Aires. Vivir de la música en La Paz no era un mal plan.
La habitación estaba fría, había dejado las ventanas abiertas. Desde el segundo piso podía ver las luces del Alto ya encendidas. Me abrigué bien, con lana y doble media, y me puse a tocar la guitarra. ¿Qué otra cosa mejor podía hacer?

lunes, 12 de mayo de 2008

Valsecito para Yuyú

Hoy
no es ayer
Y no hay nada más
Que este tonto instante
que no parece terminar.

Tal vez
yo me quede sentada acá
Sabrás caminar sin mirar atrás.

Ya no soy yo
Quien te ve partir
De espaldas al tiempo
intento hacerte sonreir

Tal vez
yo me quede sentada acá
Sabrás caminar sin mirar atrás.

Siento latir mi corazón
Me dice al oído que nunca hubo una razón

Y tal vez
yo me quede sentada acá
sabrás apurar el amargo trago del final

Y tal vez
yo me quede sentada acá
sabrás apurar el amargo trago del final.

La Boca

Cuando Marilina y Giuliana se mudaron a La Boca para mí fue hermoso. Porque había sido yo quien las había presentado aquella vez en la casa de la Gall sabiendo que podían pegar onda. Empezando porque las dos eran mujeres de carácter fuerte pero sobre todo porque a las dos les gustaba el reviente.
Para mí era lo más porque cada vez que iba a visitar a Marilina estaba Giuli y vice versa. Además como Mari era de Lomas y Giuli del centro, La Boca se convirtió en un antro criollo donde yo me sentía más que en familia. Ahí aprendí a escuchar la mejor samba brasilera y música gitana que Marilina venía recolectando desde que había empezado a tocar el violín. Pero además estaba la cumbia, porque en La Boca la cumbia brota hasta por rejilla del baño. Así que después de los asaditos que nos mandabamos en la terraza y dos o tres botellas de vino era imposible escaparle a la cumbia y al cuartetazo también.
Pero claro, la convivencia vuelve las cosas más difícles y Giuliana pronto empezó a odiar que Marilina no limpiara la casa con la misma energía que ella, y Marilina, a su vez, que Giuliana se lo hicera notar todo el tiempo.
Finalmente, después de uno poco más de dos años, se hartaron mutuamente y ahora cada una vive como quiere. Giuli en una masión en Parque Patricios, y Mari en el depto. con mejor balcón de cuadra, en Parque Centenario.
Sin embargo, en la reuniones, después de una buena cantidad de copetes Giuliana saca sus tutus e invita a su ex concubina a bailar como en las viejas épocas de La Boca. Tienen montadas coreografías y todo. Eso me hace pensar que ambas tienen buenos recuerdos de la casa y que si no fuera así Giuliana no le hubiese dedicado a Marilina uno de sus cuentos:
Horror vacui
“Yo no tengo ningún talento.”
Noelia “la Colo” Villagra

No sé en qué momento se bajó del bondi, pero sí me acuerdo de cuando subió en Constitución. Tenía la cara deforme: la piel chamuscada y como pegada a los huesos. Parecía que le hubieran arrancado parte de la nariz. Las quemaduras le llegaban hasta el cuello. Llevaba anteojos negros y el pelo suelto, un poco sobre la cara como para cubrirse. Teníamos el mismo corte: el pelo largo, por debajo de los hombros, rematado en bucles. Debía rondar los cuarenta, e imaginé que dentro de unos años mi pelo sería como el de ella. Pudo haber sido un accidente lo que la dejó así. O tal vez ella, en la cocina de su casa, se roció con alcohol y después prendió un fósforo para dejarse arder.
Yo seguí hasta Barrancas. No soporté tanto sol y tanto dominguero suelto en la plaza. Caminé tres cuadras hasta lo de mi vieja. La subida de la plaza se me hizo lenta. Me hubiera gustado tener anteojos negros. En La Boca ya no podía estar. Todo me pareció inútil. Inútil comer, hacerme un mate o leer. Lo único que quería era salir de ahí. Mucho reviente acumulado y pocas ganas de enfrentar un domingo sola, en mi casa y encima con partido de fóbal.
Ya el viernes había desbarrancado. Yo que tranquilita me había ido a ver una peli, terminé saliendo con Peluche, Mome y Cons. Fuimos a La Cubana. Cons se fue rápido. A la hora nos pudrimos de los numeritos y nos fuimos a beber a otro bar. Peluche estaba callado. No podía engancharse en la conversación. Yo insistía en hablar de la vida. Cuando escuchó la palabra “looser”, me miró. Le dije que él no era ningún fracasado porque después de todo estaba con Cintia. No, no estoy más con Cintia. Uff, siempre decís lo mismo. Esta vez es en serio. Ahí Mome me pidió directamente que cambiara el subject. Entonces, le pregunté a Mome cómo estaba. Él estaba bien, se lo veía bien: siempre tengo la sensación de que los demás pueden estar mucho mejor que yo. Pero en este caso era cierto. Hacía unos años que Mome se había recibido y a fines de diciembre terminaba su curso de cámara. Ya tenía varios cortos y muestras en su haber. Tal vez lo más embolante de su vida fuera su trabajo estable: daba clases de literatura en un colegio secundario. Era sólo un detalle, y de algo hay que vivir. Y claro, también estaba el arrastre: todas morían por él. Mome: el impenetrable, el inaccesible, el histérico, el maniático, el fóbico, el obsesivo, el caprichoso, el consentido, el torpe... pero, después de todo, un tierno. Tan successfull que sentí envidia y me callé. Preferí beber antes que hablar. Yo no tenía mucho que contar. Por suerte, él estaba charleta. Su efusividad me distrajo. Peluche seguía ausente. Me acordé de una frase célebre de la Mirtus, mi madre, refiriéndose a sus hijos: “entre los tres, no hago una hamburguesa”. Pensé que si no hubiera sido por Mome, la frase habría sido perfecta. Se hizo de día, y nos fuimos. Cuando me acosté, preferí no mirar el reloj.

Al día siguiente la llamé a Lorena. Le conté de mi noche anterior y me preguntó por Peluche. Y la verdad que no lo vi muy bien. Suficiente para enterarme que el viernes anterior Peluche y Cintia habían ido a una fiesta-despedida de un alumno de Peluche: Jan, el belga. Cintia se puso a darle charla al gringo. Antes de ir a la fiesta, Peluche la había pasado a buscar por su clase de danza. Ella le pidió que fueran a su casa porque quería bañarse. Peluche entonces sospechó: ella nunca se baña después de danza...
Ella se agita, to´ la noche mueve la cinturita
Y pa´colmo usa pollera cortita
Que el meneo la levanta todita.
Ella es bonita: baila, mueve, se menea, se excita.
Cuando se le va parando solita
Ella sigue porque sabe que irrita.
Y pasó que Cintia estuvo toda la noche flirteando con Jan, en frente de Peluche, claro está. No le importó nada. A Peluche, sí, y creyó que lo más conveniente era irse. Se fue. Estuvo llamándola durante dos días, hasta que el lunes Cintia le contestó el llamado y le explicó que había estado tooodo el fin de semana con el alumnillo, garchando como conejos, pasándola pipa. Definitivamente, ella había dado por concluida su relación.

Mi sábado ya estaba programado. Por la tarde, un par de pelis, y a la noche tocaba Marilina, mi concubina. Después festejaba su cumpleaños en una cervecería de Almagro. Genial para mi filtración: no tenía que pensar en nada. Era sólo cuestión de poner el piloto automático y ya. La resaca se fue diluyendo a puro mate y agua. A las cuatro, acompañé a Marilina a la parada. Tenía que hacer la prueba de sonido. A veces, cuando la escucho tocar el violín en casa, me convenzo de que la música puede llegar a ser la solución a mi vida. Quién te dice, me voy a Salvador a aprender a tocar el pandeiro y listo. Asunto resuelto.
Compré puchos antes de volver a casa. En verdad, no quería fumar. Olía a cenicero desde que me desperté, y la ducha no mejoró mi estado. A las seis, me fui para El Conventillo de la Germán, cerca de casa. Agarré por Olavarría y, al pasar por lo de La Pocha, me encontré a los fotógrafos de la tanguería donde había estado laburando hasta hacía poco. No quise sentarme. Sabía que si empezaba a chupar mi programa del sábado se iba a ver seriamente modificado. Un vasito, insistieron los Pentax Boys. Bueno, sólo uno que me tengo que ir. Y cumplí. Apuré el vaso y me fui. Cuando llegué a la sede del festival de cine, recién estaban bajando los equipos del auto. Hippies colgados, pensé, y me volví a la pizzería donde estaban los fotógrafos para hacer tiempo hasta que instalaran todo.
Maldita la hora en que apoyé el orto en la silla porque fue para no levantarme hasta las nueve. Hablando de laburo nos bajamos unas cinco birras, sin contar la que nos invitó Giovanni, el dueño de La Gran Pocha. Y yo hice otro tanto con el atado de cigarrillos: sólo dos me quedaban cuando volví a casa.

No sé qué pasó con Salitre, no sé en qué momento se fue todo tan a la mierda. Tal vez haya sido mi triste costumbre de repetirme. ¿Qué hice para cagarla? No sé. Pero sí sé que me gustaba y mucho. Y eso me hacía estar en desventaja.
Lo conocí en La Coruña uno de esos días de noviembre (veintiuno, me acuerdo patente porque era el cumpleaños de Astrosa) en que hizo un calorrr terrible. Chivabas estando quieto. Vero, Maruca, Astrosa y yo hablábamos de la vida, y en eso confesé que me vendría muy bien una revolcada. Desde la historieta con Sham Poo que no había estado con nadie. Que me sacudan un buen rato, nada más. Como si fuera tan fácil. Porque después una quiere otra cosa. Si te cogen bien te enganchás. Y ahí perdiste.
De repente, las pibas detectaron la presencia de un chongueiro que estaba bárbaro. Las cuatro mirándolo pasar en su desfile hacia el baño. Me parece que lo conozco, dice una. Y la otra, sabés que a mí también me suena. De la tele, creo, es uno de esos actorcitos de series con alto rating. No, yo estoy segura de haberlo visto por el barrio, me suena de algún bar.
Al rato, vuelve a pasar. Le calculé el tiempo para interceptarlo cuando saliera del baño. Ese día yo había ido a nadar y estaba pilas. El culo firme, las gambas duras. De modo que lo enganché justo cuando cerraba la puerta. Le lancé los rayos congelantes, pero nada. Cuando salí del baño, se había acabado la birra y ya ni ganas de hablar teníamos. Decidimos salir a dar unas vueltas para ver si por lo menos afuera corría un poco de aire. Las pibas se adelantaron, y yo me quedé sacando la bici. Entonces, el bombón asesino se asomó por la ventana del bar y me preguntó si ya me iba. Sí, ¿por? ¡Qué lástima! ¿No te querés quedar a tomar una birra? Me encantaría, pero justo ahora tengo que hacer algo. Y ahí veo que el mozo le trae una Quilmes estúpidamente gelada y me decido: ok, antes de que te termines la birra, yo estoy de vuelta. ¿En serio me decís? Sí, claro. ¿Vas a volver entonces? Creeme que sí.
Las pibas escucharon todo desde la esquina, pero sin poder ver quién cornos era el chabón. ¡Grande Yuyú!, porque al explicarles que había sido el de remera roja, ése del baño, automáticamente me adjudicaron el Golden Levante del año. ¡Alabado sea el Señor por haber escuchado mis plegarias! Como Maruca se tenía que volver a Banfield, enfilamos para Alem, así se tomaba el bondi. En la esquina, vimos pasar el último 74. Otra vez subir hasta Perú buscando la parada del 45. Me aprovisioné de puchos y con la bendición de Lomas, volví a La Coruña, rogando que por favor no se hubiera ido. Até la bici en el mismo lugar de antes, y ahí estaba. Era hermoso. Una naricita, una boquita, unos ojitos. Me senté y al toque prendí un cigarrillo. Él sólo quería inhibirme. Canchereó un buen rato. Yo me puse en recia, pero con la cerveza mi supuesto endurecimiento hizo agua por todas partes. Terminamos rascando como dos adolescentes al bajar por Carlos Calvo. La Boca o tu casa, pregunté. Yo estoy acá nomás, salvo que me lleves en tu bici. Mirá, por más que sean veinte cuadras, puede llegar a ser mortal la travesía. Entonces, mi casa.
Fue cerrar la puerta y decir qué mierda estoy haciendo acá. Pero al ratito me mentalicé. ¿Qué esperás, Yuyú, una declaración de amor? No, la verdad que no, con que me chupe la casita un rato me conformo. Chapa y pintura. Y fue así. Increíble. La verdad que le ponés onda, Duilio. Y empezamos con ducha y mamona dorada. Un lujo. Esa noche dormí como un bebé.
Al día siguiente, me desperté con la mano de Duilio, yendo y viniendo por mi espalda, suavecito, azuquitar, always azuquitar. Le mordí el cuello, los pezones y casi me echo una siesta en su ombligo. Tan salado, tan canapé, que pensé, en cualquier momento la presión me sube a ciento ochenta. Pero tuvo que salir volando a atender el teléfono. Era su representante. Y sí, otro Pulpo Negro en mi haber, otro actorcito de cuarta para sostenerle el espejo. Aunque esta vez podía ser diferente. Si me ponía un poco las pilas, tal vez yo no iba a ser tan intrascendente. Porque este pibe, la verdad, mina que ve, mina que tiene. Si supieras, bombón, bombón masticable, porque sos un bombón y sos suculento, con este bombón: casamiento. Y ahí empezó el chamuyo loco de Yuyú, hablándole de mis antepasados tehuelches, haciéndole piruetas, aprovechando que justo la peluca estaba under control y me sabía las poses y el secreto del mate: siempre bombilla de cuero. Con toda la parafernalia de mi familia, los Larsen, y el vómito de confesiones tardías y cosas nunca dichas, Salitre, vení, si yo te quiero.
Antes de irme, me pidió el teléfono. No te preocupés, papi, yo tengo el tuyo, cualquier día te llamo. No, pará, dejame el tuyo. ¿Te parece? De una, no te voy a dejar ir así tan fácil. Si supieras... Igual, después supo todo, pero antes le dejé el teléfono. Dato: lo anotó con crayón rojo detrás de una fotocopia de un libro de Puig. Una más y me enamoro.

Hace años que la Mirtus viene aleccionándome sobre los tiempos y el hacerse desear. Pero yo tengo miedo de que cualquier día de estos me caiga una pianola en la cabeza y chau. Así que, aguanté hasta el domingo y lo llamé. ¿Qué otra cosa podía hacer? Si lo único que quería era matraca salada otra vez. Venite a casa. Bueno, te llevo un par de frutillas que tengo que no podemos desaprovechar; ¿tenés licuadora? No. Uff, sos un trucho; igual, no importa; vemos que hacemos.
Cuatro de la tarde, Malibú, hielo picado y frutillas hechas puré con la exprimidora de naranja. Y él que bebía, y yo que no quería perder el estilo. Porque sos tan lindo. Era tan lindo. No sé qué hacer con vos. Es muy fácil, chinita. Para vos, pero eso no se lo dije. Creí que lo mejor era hacer la gran ferme la bouche y ya. Después pintó peli: “La vereda de la sombra” en el Cosmos. ¿Lo ubicás a Polo? Claro que lo ubico, ¿qué te pensás, que el cerebro me lo olvidé en otra parte? Bueno, no te pongas tan agresiva. No, nada que ver, sólo que no me gusta que me subestimen.
De ahí, unas birras. Tuvimos que caminar tanto, pero tanto, que empecé a renguear. Hacía un par de meses, me había pisado un camión doble acoplado a la salida de la tanguería donde trabajaba. Después del accidente, la rodilla me había quedado mal. Los médicos me habían dicho que tenía que hacer rehabilitación, pero las colas interminables, el olor a cloroformo y sobre todo los vejetes decrépitos, me tiraron atrás a la hora de volver al Argerich. ¿Podés ir un poco más despacio? ¿Por qué?, ¿qué te pasa?, ¿qué te hacés la renga? Pero ¿por qué no te hacés hervir y después te tomás el agua? Vení, renguita, vení; acá está el bar al que te quería llevar.
Sólo dos birras me aguantó. Bueno, mejor así, así por lo menos me rescato un cacho y siento cuando me la pone, porque sino estoy anestesiada y no hay Príapo que me haga sentir una entubada. Fuimos otra vez a su casa. Él ya me había aclarado que no me podía quedar a dormir porque al día siguiente tenía que hacer cosas. Yo también, flaco, ¿qué te pasa? Y la verdad que yo no tenía nada que hacer. Ya había terminado de cursar. Tenía que estudiar, claro. Pero bueno, eso se maneja. No tengo la más puta gana de estudiar. Y ya el curso de portugués se terminó y también el de gotán. Y ahora, ¿qué mierda hago? Me despidieron de la tanguería y no me banco estar 24 horas en casa haciéndome la mujer disciplinada. No lo banco. No me banco. Y me parece que tampoco te banco, pero bueno, estoy acá, estás acá. No tengo adonde ir. No puedo quedarme en ninguna parte. A veces, creo que lo mejor sería tomarme el buque a Brasil y ya. ¿Y después qué? Después se verá. Si uno la piensa tanto no hace nada. Y, y, y... PLOC: Salitre peló ganso y, como quien no quiere la cosa, me vi acurrucándole el nene.
NO, Duilio, no. Esto no es así. Pero si te gusta. Sí, claro que me gusta, pero no tengo ganas. Además, esta chinita, como vos me decís, se tiene que ir a dormir a su casa. Y vos también, y se hace tarde. Bueno, está bien, tenés razón. No hay que rogar. Se subió los lompas y bajó a abrirme. Dudó al darme un beso. Fumás mucho, me dijo. Lo que quieras; que te vaya bien en la vida. ¿Qué?, ¿ya no nos vamos a ver más? No, tampoco exageres. Y me fui.

Lo di por concluido. Siempre doy por concluido todo antes de tiempo. Aunque no sé si es tan así. La Mirtus sostiene que las cosas decantan por su propio peso. En cambio yo estoy convencida de que hay factores que pueden precipitarlo todo. Porque esa última vez que estuve en su casa, cuando empezó el ajetreo antes de ir al cine, yo quise subir al entrepiso donde estaba su cama. Salitre tenía otros planes y me arrastró escaleras abajo. Quedé de espaldas a él. Con un brazo hizo fuerza para que yo me inclinara hacia delante, obligándome a meter la cabeza en el espacio vacío entre escalón y escalón. Con el otro, me atrajo hacia él, me corrió la tanga y ahí nomás me ensartó. Yo dejé que me perforara. Al rato, liberé mi cabeza y miré para atrás. Se estaba contemplando en un espejo de pie lo suficientemente alto como para reflejarlo por entero. Yo también aparecía reflejada, pero sólo de la cintura para abajo. ¿Querés pija, eh? Acá tenés. Un auténtico rey macho.
Tenía que olvidarme de él como fuera. Limpié toda la casa, nadé como un pececillo, me vi con amigochos, fui al cine, me emborraché y demás. Pero no fue suficiente. La Boca tampoco ayuda en estos casos. Siempre una cumbia al palo que, sin saber cómo, te hace temblequear toda la fibra. Y las ganas, claro, que venís masticando:
Que cuando no estás
me falta el aire.
Eres la razón... de mi existir.
Amor por favor...
Nunca me faltes.
Porque tú eres todo para mí.

Así que, otra vez estuve contando los días para llamarlo. Justo me iban a sacar una muela de juicio. La odontóloga me había aclarado que una vez realizada la extracción debía guardar absoluto reposo. Para que no existieran dudas, me pasó por escrito su decálogo de negativas: no fumar, no beber alcohol, no tomar mate ni café, no hacer ningún tipo de esfuerzo físico, no comer granos (arroz, choclo, etc) , no tomar nada ni muy frío ni muy caliente, no consumir aspirinas, no dormir sin almohadas, no hacer buches y no introducir ningún objeto extraño en la boca(!). O sea, en una semana me iba a transformar en una asesina serial. Mi ansiedad no tolera tantas restricciones. Por eso lo llamé. Un service antes del confinamiento involuntario.
Después de veinte minutos de charla, le tiré la onda para vernos esa noche. No, la verdad que no puedo. Mañana tengo que hacer cosas. ¿Qué cosas? Cosas... Pero no te preocupes que yo tengo tu teléfono, chinita. Más claro, echale agua, como diría el Pepe.
Y otra vez, días enteros de terapia, estimulando las endorfinas. Si hasta llamé a un amigo masajista como para que me tranquilizara. Porque el Ema viene, te pone los aceites, pero también te escucha. Mientras te prende unos sahumerios, está ahí, demoliéndote todita a pura mano recia, y a pura peluca on fire de todo lo que le largás. Che, Ema, me gustaría que esto funcionara, porque la verdad que Salitre me gusta. Pero si a vos te gustan todos, Yuyú, dejate de joder. Pero pará, pibe, ¿sos mi amigo o no? Soy tu amigo y por eso te lo digo. Sabés hace cuánto que me venís con la gran “este es diferente, no sé qué tiene, pero la verdad que me gusta”, y así. Yuyú, creo que antes deberías saber un poco qué querés...
Amar es algo hermoso
sólo es cuestión de un verso
(Amar y ser amado
es darse por completo)
Un amor como el nuestro:
No debe morir jamás.

El Ema tenía razón. Y me mantuve una semana firme en la decisión de no llamarlo. Pero ese sábado, después de haber estado empinando en lo de La Pocha con los fotógrafos, bueno, la carne tira. O mejor dicho, el alcohol afloja. Eran las nueve y Marilina iba a tocar recién a las once. Tenía tiempo. Si no llegaba al recital me podía aparecer más tarde por la cervecería. Y lo llamé. Venite a casa que en bici llegás de toque. En menos de diez minutos disimulé como pude la baranda a escabio, me cambié, pasé por el kiosco para aprovisionarme y llegué a su casa. Bajó a abrirme en cueros, y yo me quedé unos segundos parada, mirándolo. ¡Qué bomboncete, Dios mío! ¿Vas a entrar o no? Sí, claro. Me hubiera gustado violarlo en las escaleras, pero no supe cómo.
Hablamos un buen rato hasta que decidimos ir a comprar unas birras. Todo bien con la charla, papi, pero acá falta acción. Duilio por momentos me aburría. No tenía muchas luces y sólo de vez en cuando me hacía reír. En un momento, me preguntó si ya me habían sacado los puntos de la muela. Le conté que sí, que supuestamente mi vida había vuelto a la normalidad, pero que la última restricción seguía en pie. Qué lástima, porque esa boquita es lo más lindo que tenés. Y ahí, se acuerda que a las once, Palo tocaba en la Plaza Dorrego, gratis, ¿vamos? Bueno, dale.
Durante el recital, me mantuve detrás de él, a medio metro más o menos, en diagonal. Así podía verlo de perfil: esa naricita, esa boquita y sobretodo, su nuez. Cuando Pandolfo terminó de tocar, yo pensé que lo mejor era volver a su casa. Pero él insistió en dar unas vueltas por San Telmo. Es que justo me hablaron de un bar, La Cubana. Me ofrecieron hacer un número ahí, y me gustaría saber cómo es el lugar. Lo conozco, ayer estuve ahí con unos amigos. Bueno, ¿me llevás?
Era temprano todavía. Pasamos dos veces por la puerta, y no pude reconocer el lugar porque la persiana estaba baja. Che, creo que es acá, pero está cerrado. ¿Cómo que “creo? ¿No era que sabías dónde quedaba? Y justo ahí, se aparece la Natty, taconeando por Humberto Primo. La ayudamos a abrir, y al toque tuve que sentarme porque de tanta voltereta me estaba doliendo la rodilla. Salitre quiso que me sentara con él en el sillón, pero ya estaba harta de moverme. Bueno, quedate ahí si querés. Lo único que ahora te toca a vos pagar la birra, chinita. Y en eso, entra Ricagno(?) con una mina. Una mujer de aproximadamente treinta y cinco, morocha, narigona, ojos chiquitos, dientes torcidos. A mí, la verdad que no me dijo nada. A Salitre sí. Hubo un jueguito de miradas sutil, casi imperceptible, entre él y la veterana. No necesité más para entender que se gustaban. Cartón lleno.
Se pasó toda la noche tirándole los galgos, enfrente mío. Mirándola como una vez supo mirarme a mí esa noche de La Coruña. No pude cambiar mi cara de ojete, pero tampoco pude levantarme e irme. La bici la había dejado en su casa, y también le había dejado una copia de “Papu Gusanín”. No, la verdad que no merecía leer ese cuento. Y me quedé viendo cómo ellos se miraban, se hablaban, se rozaban. Sintiendo sus ganas de que yo me hiciera humo. Y para completar el cuadro, cayó Rodrigo con Coper y otro más que siempre está en todas partes, pero que nunca recuerdo su nombre. Yo no quería testigos, no quería que al día siguiente todos supieran dónde había estado. Igual, Rodrigo se comportó como un caballero. La verdad que esa noche me hizo la segunda. Porque le hice hacer cada cosa. En un momento, llegué a pedirle que se sentara al lado de Salitre –que a todo esto, seguía con la vieja dentuda- para escuchar todo lo que el enfermito le estaba diciendo a la otra. Definitivamente, la situación ya se me había ido de las manos.
Mirá, me quiero ir. ¿Ya? Pero si son las siete de la mañana, Duilio. Bueno, está bien, andate. No, vos no entendés, tenés que acompañarme porque dejé mi bici en tu casa. Uff, dejala y la pasás a buscar otro día. No, lo siento, jamás te dejaría a Danger.
Esperó llegar a la esquina para empezar a putearme. Que quién me había creído que era, que él era una persona libre, que no quería ninguna noviecita, que quería estar solo, que yo no podía hacerle escenitas en público, que, que, que. Él iba parloteando unos metros adelante mío; yo lo seguí rengueando hasta su casa sin decir una palabra. Llega un punto en que de tanto pucho y alcohol, se me seca la boca y ya no puedo ni modular.
En su casa, me devolvió el cuento. Antes de salir, le pedí permiso para usar el baño. Al tirar la cadena, me colgué mirando el embudo de agua que se formó por la presión de la descarga. Bajé la bici los dos pisos por escalera. Me abrió la puerta, y me fui sin siquiera mirarlo. Fija que éste se vuelve a La Cubana a buscar a la cachuza esa.

Cuando me desperté el domingo, quise volver el tiempo atrás. Negué con la cabeza como si todo lo que había pasado la noche anterior se pudiera borrar con ese simple gesto. Estaba sola. Marilina no había ido a dormir a casa. Me sentí sola. Hubiera dado lo que sea por tener a cualquier chongo ahí, al lado mío. Un bulto caliente en mi cama para que me enterrara su pija en la boca y así no sentir tanta angustia. Que cuando no estás, me falta el aire, se escuchaba desde el conventillo de Suárez. Seguro que eran los sobrinos de Coco el santiagueño, tan temprano y ya rompiendo la paciencia. No supe qué hacer conmigo. Antes de seguir pinponeando en ese encierro, preferí irme a lo de mi vieja.
Lo hecho, hecho está, pensé mientras prendía un pucho en la parada. ¡Qué tarada! Ni todo el refranero popular entero me hubiera servido de consuelo. El cigarrillo me dio asco y lo tiré. Y ahí, me entró a carcomer la culpa por no haber ido a lo de Marilina. Quise entender qué había pasado conmigo y no pude.
Marilina nunca supo que todo fue por el imbécil ese de Salitre. Antes de exiliarme en lo de la Mirtus, le había escrito una nota:
Lo siento,
nunca llegué a ninguna parte.
Feliz cumpleaños.
Pensé que con eso bastaba para explicarle mi ausencia sin aviso. ¡Qué cachivache! Siempre llego con el caballo cansado a todas partes. Tengo poca capacidad para relajarme. Tal vez debería volver a fumar porro, o hacerme budista. ¿Y si dejo de comer carne?
Giuliana Lanza, diciembre 2005.

jueves, 1 de mayo de 2008

Niño

Dicen que te fuiste a la montaña
dicen que volviste a tu pasión
de niño triste y llorón.

Dicen que te fuiste una mañana
temprano, un domingo y sin hablar
de tu soledad, de tu soledad
de niño triste y llorón.

Tal vez se te haga corta la partida
fumando un cigarrillo en un umbral
qué pena me da, qué pena me da
mi niño triste y llorón.

Copyleft Argentina estará en la FLIA


Copyleft Argentina se hará presente durante la 7ma edición de la Feria del Libro Independiente y Autónoma (FLIA) a realizarse los días 3 y 4 de Mayo en el "SEXTO KULTURAL",
Federico Lacroze 4181(2do y 6to piso) en Chacarita, Capital Federal.
En esta oportunidad participaremos activamente de la FLIA, contando con un stand que estará presente durante todo el desarrollo del evento. En el mismo, ofreceremos material gráfico de difusión, copiaremos CDs con material Copyleft e interactuaremos con los demás stands editoriales y de cultura independiente que se harán presente en esta doble jornada.
El sábado 3 a las 19hs en el segundo piso, brindaremos una charla-debate. La misma está titulada "¿Qué es el Copyleft" y buscará introducir a la audicencia en la problemática de la distribución y creación de obras intelectuales. Abordaremos la temática haciendo hincapié en diferentes puntos como "Derechos de Autor", "Piratería", "Licencias libres", etc. Al finalizar desarrollaremos un debate con el público acerca de estos temas. En la segunda jornada, el Domingo 4, esta vez a las 18hs. también en el segundo piso, realizaremos una proyección de cortos sobre diversas temáticas vinculadas al Copyleft. Entre los cortos que se mostrarán, podemos destacar: "Sé creativo", "Roba esta pelicula", "Copyright this", "No robarías", entre otras.
Invitamos a todos/as a participar de la FLIA, un espacio independiente que reúne a cientos de lectores, autores y editores que año a año construyen un espacio alternativo para conocer y difundir sus obras. Instamos además a sumarse a Copyleft Argentina para que la Cultura Copyleft esté presente en el evento.¡Traé un CD virgen para quemar con información, videos y material libre!
Ayudanos difundiendo esta gacetilla. ¡Nos vemos en la FLIA!
+ info:
www.feriadellibroin dependiente. blogspot. com
www.copyleft. org.ar
www.elasunto. com.ar